
Cuando hablo con padres y profesores, a menudo percibo una confusión respecto a los límites y la educación respetuosa. Hay una idea de fondo de que los límites no tienen cabida dentro de este tipo crianza cuando no es así.
Criar de una forma consciente y respetuosa no implica un libre albedrío, todo lo contrario, requiere de poner límites de una forma adecuada, saludable. Son necesarios porque protegen la integridad física y emocional y ayudan a crecer. Permiten que los niños vayan creando su propia estructura en la que sostenerse con seguridad.
Entonces, no hemos de tener miedo a ponerlos de una forma clara y con firmeza, ni tampoco a frustrarles porque los necesitan. Pero sí que hemos de poner conciencia en CÓMO y desde DÓNDE los ponemos. Es decir, hemos de observar y detectar las motivaciones reales que hay detrás de nuestras acciones. Nos podemos preguntar:
- ¿Pongo los límites porque vivo con la idea permanente de que me tengo que imponer para que mis hijos/alumnos me respeten? ¿Para que no se me suban a la chepa?
- ¿Para sentirme más poderoso?
- ¿Pongo límites porque los niños de forma natural toman el pelo?
- ¿Los pongo desde mi piloto automático? Es decir, tal y como me los aplicaron a mí y sin plantearme nada más…
- ¿Con la intención de doblegar su voluntad y de que obedezcan, sin importarme sus deseos ni sus necesidades?
- ¿Para seguir las convenciones sociales?
O en cambio….
- ¿Pongo los límites desde el cuidado, el respeto y el deseo de proteger? ¿Teniendo en cuenta las necesidades madurativas auténticas, el carácter y el momento-contexto en el que nos encontramos?
Lo quería compartir porque dependiendo de hacia donde decantemos la balanza, crearemos un tipo de relación más amorosa con nuestros hijos/alumnos y en consecuencia de ellos consigo mismos.
Deseo que la reflexión os ayude.