
Todos sabemos que las ensaladas deberían de formar parte de la alimentación familiar porque aportan nutrientes difíciles de encontrar en los alimentos cocinados, como algunos antioxidantes o enzimas, a parte de mucha fibra, hidratación etc, pero ¿cómo podemos ayudar a nuestros hijos a que las tomen y disfruten?
Para empezar es necesario dejar a un lado las ideas preestablecidas de que a los niños no les gustan las ensaladas.
Al principio las podéis hacer muy simples y con ingredientes que les gusten y poco a poco ir ampliando.
No desistir a la primera de cambio. Ofrecerlas sin obligar y que vean que forman parte de la alimentación familiar. Que os vean comerlas.
Ir variando su formato: podéis cortar las verduras de una forma diferente o si le añadís algún alimento cocinado podéis utilizar el salteado o el asado, o germinar, macerar o hacer un encurtido o tomarlo crudo. Según la técnica utilizada su textura y sabor será muy diferente.
Escoger verduras de temporada porque tendrán mejor sabor
Que os ayuden a prepararlas y según la edad, incluso que escojan algunos de los ingredientes.
Hacer ensaladas atractivas a la vista, con mucho color.
Aliñarlas con una buena vinagreta o salsa, esta es una de las claves.
Darles tiempo a que su paladar se acostumbre a nuevos sabores y texturas y tener paciencia. Respetar su ritmo sin ser invasivos
No manipular o chantajear con frases del tipo “venga si te comes la ensalada, luego te daré un helado”. Mejor no utilizar la comida como moneda de cambio, la comida es comida y punto.
Hablarles de los beneficios de su consumo, con un lenguaje adecuado a su edad.
La ensalada de la foto es la que hemos tomado hoy para comer: variado de hojas verdes (escarola, rúcula y canónigos), pimiento rojo, germinados de brócoli, bonito en conserva, aceitunas, mozzarella, avellanas tostadas, pasas y salsa romesco.
¡Hay vida más allá de la lechuga iceberg y del tomate!